Un crudo precio
LA VANGUARDIA - 31/08/2005
El hecho de que huracán Katrina haya obligado a suspender la producción de crudo en el golfo de México y a desalojar varias plantas de refino explica sólo en parte que el precio del barril de petróleo norteamericano haya marcado un nuevo récord histórico al superar la barrera de los 70 dólares. Existe, más allá de los factores coyunturales, una corriente de fondo que hace que el shock petrolero ya no pueda ser compensado con declaraciones de Arabia Saudí o del cartel de la OPEP sobre un incremento de la producción. Los precios del petróleo, cuya alza empezó en 1999, han registrado desde entonces una espectacular subida y, sólo en el 2005, han aumentado en promedio un 60%.
La pregunta, en este contexto, es qué impacto tendrá el alza en la economía real. Según varios expertos, los consumidores podrían cambiar de hábitos y empezar a apretarse el cinturón. El barril de crudo, sin embargo, debería todavía subir hasta los 86 dólares para tener hoy la misma repercusión que tuvo en 1982, cuando se produjo la segunda crisis petrolera. Entre tanto, la subida de los carburantes - el litro del nuevo gasóleo alcanzó ayer por primera vez en España el precio de un euro- se ha dejado sentir tan sólo moderadamente en la inflación, aunque se prevé que pase factura de manera más drástica antes de finalizar el año.
La inflación interanual se mantuvo en el 3,3% en agosto, la misma tasa que julio, de acuerdo con el indicador adelantado del IPC difundido ayer. La OCDE, por su parte, detalló la evolución de la inflación en julio con varios datos que retener: en la zona euro aumentó hasta el 2,2% interanual, debido al incremento del 11,3% de los precios de la energía, y España (3,3%) se sitúa entre los países que registraron una mayor subida. El Gobierno no goza de capacidad de maniobra en política monetaria, hoy en manos del BCE, pero sí puede seguir el ejemplo de Francia y otros países, que han anunciado que distribuirán el excedente fiscal del incremento de los carburantes entre los sectores más afectados, como la agricultura, la pesca y el transporte. Se trata de un sistema para evitar que las subidas repercutan finalmente en el consumidor.
El hecho de que huracán Katrina haya obligado a suspender la producción de crudo en el golfo de México y a desalojar varias plantas de refino explica sólo en parte que el precio del barril de petróleo norteamericano haya marcado un nuevo récord histórico al superar la barrera de los 70 dólares. Existe, más allá de los factores coyunturales, una corriente de fondo que hace que el shock petrolero ya no pueda ser compensado con declaraciones de Arabia Saudí o del cartel de la OPEP sobre un incremento de la producción. Los precios del petróleo, cuya alza empezó en 1999, han registrado desde entonces una espectacular subida y, sólo en el 2005, han aumentado en promedio un 60%.
La pregunta, en este contexto, es qué impacto tendrá el alza en la economía real. Según varios expertos, los consumidores podrían cambiar de hábitos y empezar a apretarse el cinturón. El barril de crudo, sin embargo, debería todavía subir hasta los 86 dólares para tener hoy la misma repercusión que tuvo en 1982, cuando se produjo la segunda crisis petrolera. Entre tanto, la subida de los carburantes - el litro del nuevo gasóleo alcanzó ayer por primera vez en España el precio de un euro- se ha dejado sentir tan sólo moderadamente en la inflación, aunque se prevé que pase factura de manera más drástica antes de finalizar el año.
La inflación interanual se mantuvo en el 3,3% en agosto, la misma tasa que julio, de acuerdo con el indicador adelantado del IPC difundido ayer. La OCDE, por su parte, detalló la evolución de la inflación en julio con varios datos que retener: en la zona euro aumentó hasta el 2,2% interanual, debido al incremento del 11,3% de los precios de la energía, y España (3,3%) se sitúa entre los países que registraron una mayor subida. El Gobierno no goza de capacidad de maniobra en política monetaria, hoy en manos del BCE, pero sí puede seguir el ejemplo de Francia y otros países, que han anunciado que distribuirán el excedente fiscal del incremento de los carburantes entre los sectores más afectados, como la agricultura, la pesca y el transporte. Se trata de un sistema para evitar que las subidas repercutan finalmente en el consumidor.
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